martes, 25 de febrero de 2014

Ejercicios espirituales 3. La Encarnación II.










Adaptada de las meditaciones ofrecidas por el Obispo de Tortosa, D. Enrique Benavent, los días 16 al 21 de Febrero de 2014 en el Monasterio N.S. de los Ángeles de Jávea, durante los ejercicios espirituales organizados por la Archidiócesis de Valencia.


Reflexión del director.

En Hebreos 2, 7 el autor afirma “tenía que parecerse en todo a sus hermanos”, es decir, el Hijo de Dios ha querido compartir en todo nuestra condición humana, a excepción del pecado, experimentando lo que significa ser hombre y aceptando los inconvenientes de la pobreza, así algo nuevo ha ocurrido en Dios, quien ha comenzado a conocer al hombre no sólo desde su condición divina, sino también humana. Por este motivo hay una comunión de Dios con la humanidad que hace posible podamos acercarnos con confianza a Él.

La encarnación es por tanto una llamada a humanizar nuestra vida sacerdotal, tejida por estructuras y problemas que pueden llevarnos a comportarnos como dirigentes de empresas humanas más que como discípulos, viviendo en la Iglesia como los que viven en una organización humana. Frente a ello la encarnación nos conduce a la comunión con las personas, las que sufren o pasan por situaciones delicadas, llevando a la oración y presentando al Señor los problemas de la gente, diciéndole no somos a Dios: “aunque no puedo cargar con todo, no soy indiferente, por eso lo deposito en tus manos”.

Por otra parte en la encarnación descubrimos al Hijo de Dios que entra en nuestro mundo. No acampa en un espacio ideal e irreal, sino en este mundo que vive bajo el signo del pecado y la lejanía de Dios, donde encontró también la indiferencia, porque “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Y ésta es la norma para nuestra vida sacerdotal. No debemos buscar a Cristo donde queremos sino en la vida de cada día, en los momentos de alegría y dificultad, porque somos sacerdotes en este mundo y en esta Iglesia y es aquí donde el Señor me invita a vivir en fidelidad, sin esperar llegue un mundo irreal, hecho a la medida de mis deseos y fantasías, para ser buen sacerdote. La autenticidad de nuestro ministerio no puede depender de las circunstancias externas. Tampoco podemos presentarnos en nuestro mundo como los buenos que vienen a salvar a los malos. De este modo el principio de la encarnación es el principio de la aceptación de la realidad y las pobrezas de nuestro mundo y de la Iglesia, también de los que la forman. Puesto que la Iglesia perfecta y el mundo perfecto no existe.

En Filipenses 2, 6-11 Pablo presenta al Hijo de Dios como aquel que ha asumido la condición de siervo, aboliendo la distinción Dios-hombre, rebajándose a la pobreza para enriquecernos con su pobreza. De este modo el Apóstol denuncia las pretensiones personales y del corazón, el cual siempre desea ser más grande, creando barreras entre los demás. Cristo, sin embargo, las ha destruido y por este motivo Él nos pide vivamos nuestro ministerio como un servicio, desde la pobreza de espíritu, la sencillez y la humildad, sin creerme más santo que el resto.

Ejercicio.

Experiencia:

Busca un Niño Jesús, el de la Primera Comunión, por ejemplo, abrázalo, siéntelo, funde tus ojos de carne con los de cristal.

Reflexión:

Toma la biblia en tus manos y lee Filipenses 2,1-8

Piensa en estas palabras y responde:

Como consiliario: Si tuvieses que redactar un modelo de centro junior, ¿cómo lo harías? Anota en una columna los rasgos que tendrían que tener los educadores y niños,  las prioridades de cara a la formación, oración y juego y la programación del curso. En la columna de la derecha escribe la realidad del centro junior tal como está siendo este curso. A continuación escribe diez rasgos del buen consiliario, subraya en rojo los que no cumples y en verde los que tú vives. Vuelve a leer el texto bíblico, iluminando lo escrito con él. Pregúntate: ¿cómo sirvo al Centro Junior, cual asociación o asumiendo ser el lugar donde Jesucristo se ha encarnado?, ¿desde una actitud de comprensión o servicio o desde autoritarismo y exigencia?, ¿cómo me ven los educadores y los niños?, ¿hay cercanía con ellos a imagen del Hijo de Dios que pasó por uno de tantos?

Como educador:  ¿Cuál es tu actitud de cara al centro junior? ¿te sientes más como un responsable de animación en el tiempo libre o como un discípulo de Cristo enviado al grupo para anunciar el Reino de Dios?, ¿eres de los que siempre están quejándose o valoras las labor que se hace?, ¿cómo sería tu centro junior ideal?, ¿cómo es tu centro junior?, ¿cómo tratas a los niños?, ¿te preocupas por ellos: su situación familiar, escolar, de amigos, en el grupo, de fe?

 

Compromiso:

 Proponerme ir a las reuniones y actividades con una actitud positiva, sencilla y humilde.

 

Celebración:

 Contempla una imagen o cuadro de Cristo y rézale por tu centro junior: el consiliario, los educadores, los niños y sus padres, las actividades propuestas. Cuéntale a Jesús como te va en él y pídele seas capaz de aceptar tu pobreza y la del centro.

 

 

 

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