Adaptada de las meditaciones ofrecidas por el Obispo de
Tortosa, D. Enrique Benavent, los días 16 al 21 de Febrero de 2014 en el
Monasterio N.S. de los Ángeles de Jávea, durante los ejercicios espirituales
organizados por la Archidiócesis de Valencia.
Reflexión del
director.
En Hebreos 2,
7 el autor afirma “tenía que parecerse en todo a sus hermanos”, es decir, el Hijo
de Dios ha querido compartir en todo nuestra condición humana, a excepción del
pecado, experimentando lo que significa ser hombre y aceptando los
inconvenientes de la pobreza, así algo nuevo ha ocurrido en Dios, quien ha
comenzado a conocer al hombre no sólo desde su condición divina, sino también
humana. Por este motivo hay una comunión de Dios con la humanidad que hace
posible podamos acercarnos con confianza a Él.
La
encarnación es por tanto una llamada a humanizar nuestra vida sacerdotal,
tejida por estructuras y problemas que pueden llevarnos a comportarnos como
dirigentes de empresas humanas más que como discípulos, viviendo en la Iglesia
como los que viven en una organización humana. Frente a ello la encarnación nos
conduce a la comunión con las personas, las que sufren o pasan por situaciones
delicadas, llevando a la oración y presentando al Señor los problemas de la
gente, diciéndole no somos a Dios: “aunque no puedo cargar con todo, no soy
indiferente, por eso lo deposito en tus manos”.
Por otra
parte en la encarnación descubrimos al Hijo de Dios que entra en nuestro mundo.
No acampa en un espacio ideal e irreal, sino en este mundo que vive bajo el
signo del pecado y la lejanía de Dios, donde encontró también la indiferencia,
porque “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Y ésta es la
norma para nuestra vida sacerdotal. No debemos buscar a Cristo donde queremos
sino en la vida de cada día, en los momentos de alegría y dificultad, porque
somos sacerdotes en este mundo y en esta Iglesia y es aquí donde el Señor me
invita a vivir en fidelidad, sin esperar llegue un mundo irreal, hecho a la
medida de mis deseos y fantasías, para ser buen sacerdote. La autenticidad de
nuestro ministerio no puede depender de las circunstancias externas. Tampoco
podemos presentarnos en nuestro mundo como los buenos que vienen a salvar a los
malos. De este modo el principio de la encarnación es el principio de la
aceptación de la realidad y las pobrezas de nuestro mundo y de la Iglesia,
también de los que la forman. Puesto que la Iglesia perfecta y el mundo
perfecto no existe.
En Filipenses
2, 6-11 Pablo presenta al Hijo de Dios como aquel que ha asumido la condición
de siervo, aboliendo la distinción Dios-hombre, rebajándose a la pobreza para
enriquecernos con su pobreza. De este modo el Apóstol denuncia las pretensiones
personales y del corazón, el cual siempre desea ser más grande, creando
barreras entre los demás. Cristo, sin embargo, las ha destruido y por este
motivo Él nos pide vivamos nuestro ministerio como un servicio, desde la
pobreza de espíritu, la sencillez y la humildad, sin creerme más santo que el
resto.
Ejercicio.
Experiencia:
Busca un Niño Jesús, el de la
Primera Comunión, por ejemplo, abrázalo, siéntelo, funde tus ojos de carne con
los de cristal.
Reflexión:
Toma la biblia en tus manos y lee Filipenses
2,1-8
Piensa en estas palabras y
responde:
Como consiliario: Si tuvieses que redactar
un modelo de centro junior, ¿cómo lo harías? Anota en una columna los rasgos
que tendrían que tener los educadores y niños, las prioridades de cara a la formación,
oración y juego y la programación del curso. En la columna de la derecha
escribe la realidad del centro junior tal como está siendo este curso. A
continuación escribe diez rasgos del buen consiliario, subraya en rojo los que
no cumples y en verde los que tú vives. Vuelve a leer el texto bíblico,
iluminando lo escrito con él. Pregúntate: ¿cómo sirvo al Centro Junior, cual
asociación o asumiendo ser el lugar donde Jesucristo se ha encarnado?, ¿desde
una actitud de comprensión o servicio o desde autoritarismo y exigencia?, ¿cómo
me ven los educadores y los niños?, ¿hay cercanía con ellos a imagen del Hijo
de Dios que pasó por uno de tantos?
Como educador: ¿Cuál es tu actitud de cara al centro junior?
¿te sientes más como un responsable de animación en el tiempo libre o como un
discípulo de Cristo enviado al grupo para anunciar el Reino de Dios?, ¿eres de
los que siempre están quejándose o valoras las labor que se hace?, ¿cómo sería tu
centro junior ideal?, ¿cómo es tu centro junior?, ¿cómo tratas a los niños?, ¿te
preocupas por ellos: su situación familiar, escolar, de amigos, en el grupo, de
fe?
Compromiso:
Proponerme ir a las reuniones y actividades con
una actitud positiva, sencilla y humilde.
Celebración:
Contempla una imagen
o cuadro de Cristo y rézale por tu centro junior: el consiliario, los educadores,
los niños y sus padres, las actividades propuestas. Cuéntale a Jesús como te va
en él y pídele seas capaz de aceptar tu pobreza y la del centro.
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