miércoles, 26 de febrero de 2014

Ejercicios espirituales 5. Las bienaventuranzas.


Martes 18. Meditación de la tarde. Las Bienaventuranzas.

Reflexión del director.

 En el texto del Sermón de la Montaña los discípulos se acercan al Señor por ser los primeros destinatarios de sus palabras, aquellos a los que Él ha llamado personalmente. Así la primera reacción del discípulo no ha de ser ponerse a trabajar sino dejarse evangelizar por Cristo.

Las bienaventuranzas (Mt 5,1-12) hay que leerlas descalzados, porque nuestras palabras se quedan pobres. Pero ¿qué son?: ¿un código ético?, ¿un compendio de las actitudes del discipulado?, ¿expresión de la nueva justicia? Son disposiciones del corazón y la manera de obrar del discípulo.

En primer lugar en ellas descubrimos el autorretrato interior de Jesucristo (Benedicto XVI), sus sentimientos más profundos, los secretos de su corazón y por tanto la clave de la vida del Señor, el porqué de su actuación. Por tanto únicamente podemos comprenderlas mirando a Cristo, quien las ha vivido plenamente, siendo manso y buscando el Reino de Dios y su justicia.

Así ante el reto sobre cómo mantenerse en el camino de las bienaventuranzas hemos de revisar nuestro tiempo de oración y contemplación de Cristo, porque sólo si las vivimos desde Cristo y por Cristo podremos recorrer este camino. Ellas por tanto nos conducen al cristocentrismo de la vida cristiana.

Incluyen una promesa, el Reino de Dios que es el objeto de la esperanza cristiana, por lo cual las bienaventuranzas son el camino hacia la realización de una esperanza que va más allá de las esperanzas humanas. 

La primera se dirige a los pobres de espíritu. Éstos son los discípulos quienes lo han dejado todo por Jesucristo, su trabajo y sus posesiones. De este modo nos invitan a vivir en renuncia y pobreza, desprendidos frente a los bienes de la tierra. Esta actitud nos lleva a la humildad o conciencia de no ser mejores que los demás y a descubrir como único tesoro a Cristo.

Jesús es el manso y humilde de corazón, quien desde la cruz ha respondido con una bendición. Así la mansedumbre consiste en defenderse del mal no con las armas del mal, responder a la injusticia con una bendición, porque Dios no promete la tierra a los violentos sino a los mansos.

La tercera mira a los que lloran, asumiendo la actitud de Jesús, quien no hizo sufrir a nadie por la verdad ni impuso el Evangelio por la fuerza, sino aceptó el sufrimiento por la verdad. Así defender a Cristo y la Iglesia no consiste en hacer discursos demostrando que tenemos la razón ni ver como imponemos la verdad del Evangelio sino tomar el camino de los mártires, quienes aceptaron el sufrimiento por la verdad y por Cristo. Esto también nos lleva a llorar cuando se contempla el mundo y no ser indiferentes ante el sufrimiento de nuestros hermanos. El pastor protestante Bonhoeffer describió así a los cristianos: son los que por amor a Cristo renuncian a lo que el mundo llama paz y felicidad para ser extranjeros y huéspedes molestos, no porque odien al mundo, sino porque lo aman.

La misericordia no es sólo una actitud sino una manera de obrar que incluye el perdón sin límites que encuentra el paradigma en Mt 18 o parábola del siervo despiadado, se trata de ser conscientes de la medida con que Cristo nos va a medir, con la misma con la que nosotros medimos a los demás. Por otra parte consiste en hacerse solidario con el sufrimiento del prójimo (el hambre, la sed, la exclusión,…).

¿Quiénes son los hambrientos y sedientos de justicia? Los que han puesto a Dios en el corazón de su vida y viven las tres primeras peticiones del Padrenuestro.

La bienaventuranza sobre los limpios de corazón se ilumina con Mt 15, 18-15, donde Jesús sitúa lo que contamina al hombre en el corazón. De allí proceden los actos buenos y también la mirada al otro bien como hijo de Dios o bien como objeto.

Los que trabajan por la paz son los que reconcilian con su palabra y enseñan a vivir en paz.

Después de vivir las bienaventuranzas nos preguntamos: ¿qué lugar les queda a los discípulos en el mundo? Una situación paradigmática, la injuria y la persecución, mediante las cuales él es sal de la tierra y luz del mundo. Así los discípulos son lo más valioso que tiene el mundo, porque dejándose iluminar por Cristo iluminan la sociedad. Pero no olvidemos serán perseguidos y calumniados.

 

Ejercicio.

Experiencia:

Mira este video del Projecte Togo: 


África cautiva por muchos motivos, pero en primer lugar porque allí está Dios, tal como Él vino al mundo, pobre entre los pobres, sin medios pero con una alegría contagiosa, la de los mansos ante una vida difícil, los que lloran porque los medios sanitarios no pueden sanar sus enfermedades, los humildes que te ofrecen su hogar y amistad a quienes pertenecemos a un pueblo que los deportó masivamente, los esclavizó y sigue expoliando sus riquezas. Ahora mira el video.

Reflexión:

Toma la biblia en tus manos y lee  pausadamente como si fuese la primera vez que escuchas en tu interior estas palabras de Jesús: Mt 5,1-12. Que cada piedra caliente vaya entrando en las profundas y frías aguas de tu corazón. No te importe repetir las veces que consideres necesario las bienaventuranzas, bien el texto completo o una a una. Al final es como ese pozo donde vas lanzando piedras incandescentes, las primeras fracasan, pero al final vencen la frialdad de las aguas.

 
Como consiliario: sitúate ante el centro junior y revisa la forma como te relacionas con los educadores y niños. Con gratitud hacia Cristo por hacer de ti

Ejercicios espirituales 4. La vocación.


Martes 18. Meditación de la mañana. La vocación.

Adaptados de las meditaciones ofrecidas por el Obispo de Tortosa, D. Enrique Benavent, los días 16 al 21 de Febrero de 2014 en el Monasterio N.S. de los Ángeles de Jávea, durante los ejercicios espirituales organizados por la Archidiócesis de Valencia.
Llamados
Reflexión del director.

Los ejercicios espirituales son días para responder a la gracia de Dios, su presencia, con la gratitud, porque el Hijo de Dios se ha hecho hermano de todos los hombres, pero además me ha buscado a mí y me ha dicho: “ven conmigo para ser pescador” y “ya no te llamo siervo, sino amigo”. Esta relación de amistad y confianza la expresa el apóstol Pablo del siguiente modo: “doy gracias a Aquél que me revistió de fortaleza y me consideró digno de confianza” (1Tm 1,12).

De este modo cuando Jesús llama a sus discípulos tiene con ellos un gesto de predilección, pues quiere que sean los primeros beneficiarios de los bienes de la salvación contenidos en el Evangelio. Así en Jn 1,35 ss. se nos narra el primer encuentro de algunos discípulos con el Señor. A la invitación del Bautista para que sigan al Cordero de Dios, Juan y Andrés se dirigen a Jesús respondiendo a la pregunta del Maestro “¿qué buscáis?” con otra, “¿Dónde vives?”, quedándose con él toda la tarde y propiciando el encuentro de Cristo con Pedro, un encuentro que marcó toda su vida.

En los sinópticos la llamada del Señor tiene lugar en el Mar de Galilea, allí Él pasa, los ve, los llama y dejándolo todo le siguen.

También Pablo en 2 Tm 4,6-8, al final de su vida recuerda el camino de Damasco, “el día en que el Señor se me reveló”. Este acontecimiento lo evoca en varios textos, mostrando gratitud hacia quien le escogió para anunciarle entre los gentiles (Gal 1,15-16), recordando la experiencia en la que “vio al Señor” (1 Cor 9,1) y expresando más personalmente lo que supuso haberse encontrado con quien tocó su corazón, se apoderó de Él y cambió radicalmente su vida (Flp 3,4-12), haciendo del Apóstol una criatura nueva, abriéndole horizontes de esperanza y vida insospechados por Él y transformándolo en un hombre nuevo. Las consecuencias en su existencia fueron pasó de ser observante de la Ley a Apóstol de la gracia, de perseguidor a apóstol, de creyente centrado en el pueblo de Israel a misionero con una visión universalista en la que abrió la Iglesia a los gentiles, edificando su vida sobre un nuevo fundamento. Así en Flp 3,4-7 nos dice como  antes de conocer a Cristo éste era la pertenencia a Israel y el celo por la Ley, pero después de su conversión ya no vive de su pertenencia al pueblo de Israel y de la ley (Gal 2,7), sino de la fe en el Hijo de Dios y desde Cristo. Es por tanto una nueva manera de valorar las cosas, porque todo lo que era valioso lo considera pérdida comparada con Cristo y la verdad importante para Pablo ya no se la da el judaísmo sino Cristo.

Todo ello le lleva a una dialéctica argumentada en Flp 3, 12ss.: alcanzado por Cristo sólo pretende alcanzar a Cristo, porque quien ha llegado a conocerle sabe que su vida sólo tiene sentido cuando la meta es alcanzarle. Y ésta es la orientación fundamental de su vida.

Cabe que miremos la historia de nuestra vocación y nos preguntemos: ¿dónde estoy?, ¿cuál es mi situación como sacerdote?, ¿cómo vivi mi sacerdocio?, ¿con gratitud?, ¿cómo un amigo del Señor? La orientación fundamental de la vida del elegido es el Señor, ¿deseo alcanzarle?

Ciertamente todos podemos perder la frescura de los comienzos, pero no podemos olvidar que nuestra vocación sacerdotal fue una gracia, una llamada que el Señor nos hizo para vivir en su amistad.  Y ésta es la clave. Cuando un sacerdote pierde la ilusión por serlo es porque ha perdido la ilusión por vivir en amistad con el Señor. Si uno mantiene la ilusión de vivir en amistad con el Señor, uno mantiene la ilusión del ministerio.

Ejercicio.

Experiencia:

http://www.youtube.com/watch?v=DOPEF7ttWaY mira este video. Después busca la imagen que más ha tocado tu corazón. Contémplala. ¿Cómo te sientes?, ¿qué te sugiere?

Reflexión:

Toma la biblia en tus manos y lee  Juan 1,35-42

Piensa en estas palabras y responde:

Como consiliario: ¿Qué tal te encuentras como sacerdote?: ¿ilusionado?, ¿cansado?, ¿frío?, ¿con entusiasmo?, ¿en un periodo de meseta, sin altibajos?, ¿cada vez con más trabajo y menos tiempo para rezar?, … Toma alguno de los textos propuesto y medítalos, teniendo presente a tu centro junior. Eres el consiliario, una figura insustituible y sacramental entre los niños y educadores, porque tú haces presente a Cristo, eres para ellos la viva presencia Jesucristo que habla al corazón, se entrega en su cuerpo y sangre, los reconcilia con el Padre y los sirve. Pero ¿cuidas tu vida con Él? Difícilmente podrás ser signo de Cristo sino le dedicas tiempo a Quien primero te llamó y después te envió. Como un matrimonio difícilmente amarán a los hijos como necesitan ser amados sino tienen tiempo para estar solos. Por otra parte, ¿cuidas la vida espiritual de tus educadores?, ¿te has preocupado por conocer los libros Cridat, Acompanyat, Enviat y A quí busques  destinados a trabajar la oración con los educadores (http://www.juniorsmd.org/ca/soyeducador )? y en las reuniones a las que asistes procuras tengan un espacio largo de encuentro con Cristo, no reduciéndolo éste a la oración junior y “vamos ahora a lo importante, ¿qué hacemos el sábado?”

Como educador:  Después de haber escuchado, contemplado y reflexionado sobre el video, lee Juan 1, 35 siguientes.  Puedes ayudarte del método de oración ignaciana, pidiéndole a Dios la gracia de poder sentir la presencia de Cristo en la orilla de tu corazón, situándote en la persona de uno de los apóstoles, imaginando lo que ellos vieron y escucharon, personalizando esta llamada y hablándole a Jesús como ellos le hablaban. También puedes seguir la “Lectio Divina” preguntándote: “¿Qué dice el texto?”, “¿aué me dice?” y “¿qué le digo a Dios?”. Es importante en este ejercicio revises el tiempo dedicado a Cristo. Difícilmente podrás ser educador junior si no estás en constante contacto con Él y esto es para todos los cristianos.

Compromiso:

 Proponte iniciar la lectura pausada de los libros del educador “Cridat”, “Acompanyat”, “Enviat” del pasado trienio y el material de este año “A quí busques?”, si no lo tienes pídeselo a tu Jefe de Centro o entra en http://www.juniorsmd.org/ca/soyeducador y descárgatelos.  También con el fin de orar todos los días de forma guiada y amena te puede ayudar la página de los jesuitas http://www.rezandovoy.org/

 Celebración:

¿Cómo te has sentido después de ejercitar tu espíritu con estas indicaciones. Cuéntaselo a Dios, a Él le gusta saber de nosotros.

martes, 25 de febrero de 2014

Ejercicios espirituales 3. La Encarnación II.










Adaptada de las meditaciones ofrecidas por el Obispo de Tortosa, D. Enrique Benavent, los días 16 al 21 de Febrero de 2014 en el Monasterio N.S. de los Ángeles de Jávea, durante los ejercicios espirituales organizados por la Archidiócesis de Valencia.


Reflexión del director.

En Hebreos 2, 7 el autor afirma “tenía que parecerse en todo a sus hermanos”, es decir, el Hijo de Dios ha querido compartir en todo nuestra condición humana, a excepción del pecado, experimentando lo que significa ser hombre y aceptando los inconvenientes de la pobreza, así algo nuevo ha ocurrido en Dios, quien ha comenzado a conocer al hombre no sólo desde su condición divina, sino también humana. Por este motivo hay una comunión de Dios con la humanidad que hace posible podamos acercarnos con confianza a Él.

La encarnación es por tanto una llamada a humanizar nuestra vida sacerdotal, tejida por estructuras y problemas que pueden llevarnos a comportarnos como dirigentes de empresas humanas más que como discípulos, viviendo en la Iglesia como los que viven en una organización humana. Frente a ello la encarnación nos conduce a la comunión con las personas, las que sufren o pasan por situaciones delicadas, llevando a la oración y presentando al Señor los problemas de la gente, diciéndole no somos a Dios: “aunque no puedo cargar con todo, no soy indiferente, por eso lo deposito en tus manos”.

Por otra parte en la encarnación descubrimos al Hijo de Dios que entra en nuestro mundo. No acampa en un espacio ideal e irreal, sino en este mundo que vive bajo el signo del pecado y la lejanía de Dios, donde encontró también la indiferencia, porque “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Y ésta es la norma para nuestra vida sacerdotal. No debemos buscar a Cristo donde queremos sino en la vida de cada día, en los momentos de alegría y dificultad, porque somos sacerdotes en este mundo y en esta Iglesia y es aquí donde el Señor me invita a vivir en fidelidad, sin esperar llegue un mundo irreal, hecho a la medida de mis deseos y fantasías, para ser buen sacerdote. La autenticidad de nuestro ministerio no puede depender de las circunstancias externas. Tampoco podemos presentarnos en nuestro mundo como los buenos que vienen a salvar a los malos. De este modo el principio de la encarnación es el principio de la aceptación de la realidad y las pobrezas de nuestro mundo y de la Iglesia, también de los que la forman. Puesto que la Iglesia perfecta y el mundo perfecto no existe.

En Filipenses 2, 6-11 Pablo presenta al Hijo de Dios como aquel que ha asumido la condición de siervo, aboliendo la distinción Dios-hombre, rebajándose a la pobreza para enriquecernos con su pobreza. De este modo el Apóstol denuncia las pretensiones personales y del corazón, el cual siempre desea ser más grande, creando barreras entre los demás. Cristo, sin embargo, las ha destruido y por este motivo Él nos pide vivamos nuestro ministerio como un servicio, desde la pobreza de espíritu, la sencillez y la humildad, sin creerme más santo que el resto.

Ejercicio.

Experiencia:

Busca un Niño Jesús, el de la Primera Comunión, por ejemplo, abrázalo, siéntelo, funde tus ojos de carne con los de cristal.

Reflexión:

Toma la biblia en tus manos y lee Filipenses 2,1-8

Piensa en estas palabras y responde:

Como consiliario: Si tuvieses que redactar un modelo de centro junior, ¿cómo lo harías? Anota en una columna los rasgos que tendrían que tener los educadores y niños,  las prioridades de cara a la formación, oración y juego y la programación del curso. En la columna de la derecha escribe la realidad del centro junior tal como está siendo este curso. A continuación escribe diez rasgos del buen consiliario, subraya en rojo los que no cumples y en verde los que tú vives. Vuelve a leer el texto bíblico, iluminando lo escrito con él. Pregúntate: ¿cómo sirvo al Centro Junior, cual asociación o asumiendo ser el lugar donde Jesucristo se ha encarnado?, ¿desde una actitud de comprensión o servicio o desde autoritarismo y exigencia?, ¿cómo me ven los educadores y los niños?, ¿hay cercanía con ellos a imagen del Hijo de Dios que pasó por uno de tantos?

Como educador:  ¿Cuál es tu actitud de cara al centro junior? ¿te sientes más como un responsable de animación en el tiempo libre o como un discípulo de Cristo enviado al grupo para anunciar el Reino de Dios?, ¿eres de los que siempre están quejándose o valoras las labor que se hace?, ¿cómo sería tu centro junior ideal?, ¿cómo es tu centro junior?, ¿cómo tratas a los niños?, ¿te preocupas por ellos: su situación familiar, escolar, de amigos, en el grupo, de fe?

 

Compromiso:

 Proponerme ir a las reuniones y actividades con una actitud positiva, sencilla y humilde.

 

Celebración:

 Contempla una imagen o cuadro de Cristo y rézale por tu centro junior: el consiliario, los educadores, los niños y sus padres, las actividades propuestas. Cuéntale a Jesús como te va en él y pídele seas capaz de aceptar tu pobreza y la del centro.

 

 

 

lunes, 24 de febrero de 2014

Ejercicios Espirituales 2. La Encarnación I.


Domingo Lunes 1. Meditación  de la mañana. El Misterio de la Encarnación.

Adaptados de las meditaciones ofrecidas por el Obispo de Tortosa, D. Enrique Benavent, los días 16 al 21 de Febrero de 2014 en el Monasterio N.S. de los Ángeles de Jávea, durante los ejercicios espirituales organizados por la Archidiócesis de Valencia.

Reflexión del director.

Comenzamos pidiéndole al Señor la gracia para que nuestro corazón se configure con el de Jesucristo mediante la contemplación de los misterios de su vida. Éstos son claves para vivir el ministerio sacerdotal.

El Misterio de la Encarnación es el misterio de la presencia del Hijo de Dios en nosotros. En él está incluido todo lo que va a acontecer después y por tanto encierra toda la obra de salvación de Jesucristo.

Uno de los acontecimientos centrales es el nacimiento, al que debemos acercarnos siguiendo a san Ignacio de Loyola, es decir, desde dentro, situándonos como un personaje más de la escena, fijando la mirada en ese niño que todavía no actúa, no dice una palabra ni hace nada útil. Sin embargo allí, en Él el Hijo de Dios está entre nosotros, compartiendo nuestra vida. Este Niño es el gran regalo de Dios, pues “tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único” (Jn 3,16). De este modo al contemplar el pesebre se nos invita a valorar el misterio de la persona del Señor, descubriendo allí el fundamento de nuestra vida sacerdotal: Hemos conocido al Señor.

Este estar con Él lo descubrimos en Mc 3,13ss, cuando Jesús instituye a los Doce, llamando a los que quiso para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar. Lo primero fue estar con Él, llegar a conocerle, entrar con gracia en el misterio de su persona. Así el ministerio sacerdotal es principalmente conocer a Cristo, pero, ¿de verdad lo conocemos?

Conocerle no significa saber muchas cosas de Él. Así en Mc 6,1ss y su paralelo Mt 13,53-58 descubrimos como sus paisanos lo sabían todo de él, quienes eran sus parientes, cual era su oficio;  y sin embargo no lo conocían, no habían entrado en el misterio de su persona. A Felipe también le tiene que reprochar Jesús, después de tres años de caminar con Él, no le conozca (cf. Jn 14, 8-9). Lo mismo nos ocurre a nosotros. A veces podemos limitarnos a saber cosas de Cristo, pero sin entrar en amistad con Él.

Es la encarnación la que nos ayuda a experimentar quien es Él, pues ella es el comienzo del Reino de Dios, la primera semilla del Reino en este mundo, un comienzo que no es espectacular, porque aparentemente no sucede nada. El mundo parece que no ha cambiado y sin embargo todo ha cambiado, porque se ha abierto un horizonte de esperanza, ha transfigurado el horizonte de la vida de todos los hombres, aportando un rayo de luz.

Con ello nos muestra como Jesús no vive desde el criterio de eficacia, pues nació en una región apartada y a penas predicó el Reino durante unos pocos años, pero hizo lo más importante, lo sembró en nuestro mundo. Ésta es una gran enseñanza para nuestro ministerio sacerdotal, tan amenazado por el desaliento ante la falta de resultados. Nuestra tarea no es recoger frutos, sino sembrar el Reino de Dios, porque no estamos en tiempo de siega, sino de siembra. No se trata por tanto de preguntarnos ¿qué he logrado?, sino ¿cómo he sembrado el Reino de Dios?. Al final de la jornada se han acercado a nosotros todo tipo de personas y por eso debemos preguntarnos si hemos sembrado el Reino de Dios en su corazón o más bien hemos sido un obstáculo. No olvidemos: lo nuestro es sembrar.

Pero nos ocurre como a los apóstoles, somos impacientes. Queremos juzgar la validez de nuestro trabajo por la eficacia y cuando no hay frutos sucumbimos a la tentación del desencanto. La presencia de un sacerdote que hace de su vida signo del Reino de Dios en el mundo, con su palabra, vida, oración, existencia a veces callada y poco valorada, es la semilla del Reino de Dios en nuestro mundo. Ésta nunca es inútil, si la vivimos con sencillez, humildad y autenticidad.

La presencia del Hijo de Dios en Belén es la de un recién nacido, un ser donde todo es auténtico y limpio, sin intereses. Así Él nos invita a recordar el momento de nuestra vida en que le dijimos que queríamos seguirle, ese momento de auténtica limpieza y entrega generosa donde todo era claridad, verdad y sinceridad.

Pero también tenemos la experiencia de que en algún momento de la vida sacerdotal podemos dejar de ser niños, perdiendo la sencillez, la infancia y la inocencia, apareciendo los intereses, las aspiraciones. Ante esta experiencia debemos volver a vivir con autenticidad nuestro ministerio, libre de deseos y aspiraciones humanas. Con el mismo realismo de san Agustín, quien afirmó que no hay ningún pecado que haya cometido un hombre que nosotros no podamos cometer y con la claridad de san Ignacio de Loyola quien al inicio de los ejercicios espirituales invitaba a servir al Señor y nos advertía del peligro de convertir los medios en fin. Así pensamos “si me dan esa parroquia, ese cargo, serviré mejor al Señor”. Con ello perdemos la autenticidad en la vida sacerdotal, porque lo único que un sacerdote debe desear es entregarse al Señor. Los medios ya los indicará Él.

Por tanto aprovechemos este tiempo de oración para recuperar lo más original de nuestra vida sacerdotal , el origen de nuestra vocación.
Ejercicio.

Experiencia:

Busca un Niño Jesús, el de la Primera Comunión, por ejemplo, abrázalo, siéntelo, funde tus ojos de carne con los de cristal.

Reflexión:

Toma la biblia en tus manos y lee el nacimiento y presentación de Jesús (Lc 2,1-40). Pídele al Espíritu Santo que te ayude a entrar en la escena. Sitúate en ella, como un pastor que se acerca al pesebre, mira a Jesús, a María y a José, los pastores, los ángeles, siente el frío de la noche, el calor de la hoguera que ha encendido el bueno de José. Hay silencio, el mismo que en la habitación de un niño recién nacido, pero un silencio que llena e ilumina la escena.

Piensa en estas palabras y responde:

Como consiliario: ¿qué significa para mí haber conocido a Cristo?, ¿por qué me preocupo más, por saber cosas de Cristo mediante la lectura  o por conocerle dedicando tiempo a la oración?, ¿valoro mi presencia como consiliario en las reuniones, actividades, encuentros o campamentos, aunque no haga nada, pero siendo signo de la presencia sacerdotal en el centro junior?, ¿acepto con serenidad que frente a otros tiempos donde los consiliarios contaban con muchos niños y educadores, respondiendo masivamente a todas las celebraciones, ahora son años de sembrar, muchas veces calladamente, otras con palabras acompañadas de gran amor hacia ellos?, ¿cuáles son o han sido mis impaciencias, desencantos y desengaños como consiliario de mi centro?, ¿en algún momento he buscado en el centro junior ser “el que manda, tiene todo el poder y la última palabra” o el que sirve como Cristo?

Como educador:  el Misterio de la Encarnación es el misterio de la presencia de Dios en medio de nosotros, ¿soy consciente de lo que significa este acontecimiento? ¿en qué cambia mi percepción de la vida sabiendo que el Hijo de Dios está en nosotros?; no se trata sólo de saber sino de conocer, sin embargo muchas veces los educadores nos preocupamos más por saber mucho sobre dinámicas de grupo, juegos, oraciones, gestión de centros juniors y de campamentos,… dando poca importancia al estar con Jesucristo, en silencio, meditando un texto del Evangelio, así pues, ¿cuánto tiempo dedicáis en el Centro Junior a organizar y cuánto realmente a orar?; ser educador es sembrar a Cristo en los corazones de los niños, pero, ¿acojo la semilla y la siembro con mi forma de vivir auténticamente evangélica, mis gestos y palabras?; es tiempo de sembrar, no de cosechar, ¿cómo asumo las frustraciones humanas cuando después de un curso entregándome a los niños ellos no vienen al campamento o incluso si me ven por la calle apenas me saludan?; tenemos el peligro de ser educadores caprichosos o carreristas, ¿busco que me den el grupo que más gratificaciones afectivas me muestran o aquel que considera el equipo de educadores?, ¿aspiro a cargos en el centro y me frustro si no tengo un cargo en él?

Compromiso:

Vuelvo a tomar el Niño Jesús, mirándolo a Él, respiro profundamente y me propongo entregarme totalmente al Centro Junior sin esperar ninguna recompensa humana.

 Celebración:

Rezo el salmo 130.

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
2sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

3Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

 

Ejercicios Espirituales 1.¿Cómo es la tierra de mi corazón?





Domingo 16. Meditación introductoria.


Reflexión del director.


Comenzamos meditando el salmo 94 y pidiéndole al Señor nos ayude a vivir los ejercicios entrando en su presencia. Así hemos dejado todos los asuntos para vivir más intensamente algo que vivimos todos los momentos de nuestra vida: la presencia de Dios.


Muchas veces no vivimos en la conciencia de estar en la presencia de Dios y sin embargo no hay nada oculto a ella. Así estos días son para entrar en su presencia y vivirlos bajo su mirada, la cual suscita en nuestro corazón una alabanza a Dios.


Porque cuando uno mira la historia de su vida reconoce que únicamente tiene motivos para alabar a Dios. Como bien afirmamos durante la misa, “siempre y en todo lugar”. Así en estos días es bueno recordar todo lo que hemmos recibido de Él con una actitud agradecida.


Al mirar la historia de nuestra vida descubrimos que Dios nos ha amado no por lo que somos, sino a pesar de lo que somos, siendo por tanto un amor fiel, reconocido durante la oración. Por tanto la confesión de los pecados tiene que ir precedida por la alabanza y la confesión de la fidelidad de Dios.


El salmo 94 canta “ojalá escuchéis hoy su voz”. Ésta es nuestra tarea, abrirnos a la su Palabra, preguntándonos: ¿cómo está hoy la tierra de mi corazón?  El Señor quiere sembrar su Palabra, ser la fuente que apaga la sed pero nunca se agota. Cabe que nos preguntemos, iluminados por Mateo 13, 1-50 (parábola del sembrador) cómo es nuestra tierra.


¿Es camino donde las aves se comen la Palabra? Ésta queda fuera de mí, porque hay otras cosas que centran mi atención, no tomándome la vida en serio e impidiendo que nada entre en mi corazón.


¿Tiene poca tierra? Llevo una vida discretamente bien, con un poquito de todo: un poquito de oración, atención a los enfermos, pastoral,… un poquito y por tanto una vida sin profundidad, haciendo que cuando la llamada es exigente me desinfle y sea una persona inconstante.


¿Está entre zarzas? Y por tanto vivo la llamada por el papa Francisco “mundanidad espiritual”, tratando ser como todos y hacer lo que hacen todos.


Así después de descubrir la presencia de Dios y analizar nuestra vida, pidiéndole al Señor la gracia para contemplarla a la luz de su mirada, le pedimos ordene nuestra vida. Porque en ella hay pequeños desajustes y cuando el hombre está desordenado en su vida, amando más lo que debiera amar y menos lo que no debiera entonces se rompe por dentro. Se trata de un último ejercicio en el que abiertos al amor de Dios tratamos de rehacer el recto orden del amor, reordenando nuestra vida desde en lo más importante.


Ejercicio.


Experiencia:


En primer lugar respira pausadamente, acerca a tu mirada una imagen o una estampa de Jesucristo. Penetra en sus ojos. Dios a través de Jesús te está mirando en lo profundo de tu corazón. Cierra los ojos y siéntela.


Contempla la imagen: ¿qué te sugiere? ¿pon nombre a esa abundante semilla? tu persona, tu familia, los momentos felices, los encuentros fecundos,…
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Reflexión:


Toma la biblia en tus manos y lee la parábola del sembrador.


Piensa en estas palabras y responde:


¿Es camino donde las aves se comen la Palabra? Ésta queda fuera de mí, porque hay otras cosas que centran mi atención, no tomándome la vida en serio e impidiendo que nada entre en mi corazón.


¿Tiene poca tierra? Llevo una vida discretamente bien, con un poquito de todo: un poquito de oración, atención a los enfermos, pastoral,… un poquito y por tanto una vida sin profundidad, haciendo que cuando la llamada es exigente me desinfle y sea una persona inconstante.


¿Está entre zarzas? Y por tanto vivo la llamada por el papa Francisco “mundanidad espiritual”, tratando ser como todos y hacer lo que hacen todos.


¿Es tierra buena? También cada uno de nosotros tiene ese poquito de tierra fértil donde la Palabra de Dios va germinando. De lo contrario no serías sacerdote o educador. Piensa las veces en las que durante la última semana te has entregado a los demás y has escuchado a Dios.


Como consiliario: mi relación con el Centro Junior ¿cómo es?, ¿lo que me dicen o piden los educadores en qué tierra cae?: “no me interesa, total, ellos a mí no me escuchan”; “tienen buenas ideas, pero al final el que las tiene que llevar a cabo soy yo y me canso”; “si, sí debería estar mucho más tiempo con ellos, porque veo que lo agradecen, pero son tantas las reuniones y las tareas que no puedo dedicarles todo el tiempo que ellos necesitan”; “a pesar de todos los peros, les doy formación, preparamos con ellos las celebraciones, les apoyo en sus iniciativas y ellos son parte importante en la pastoral de la parroquia”.


Como educador: ¿escucho al consiliario o más bien paso de lo que dice? ¿me preocupo por rezar todos los días y formarme en todas las dimensiones? ¿Cómo es mi compromiso con el equipo de educadores y de niños? Sitúo cada respuesta en un tipo de tierra.


Compromiso:


Anoto una pequeña acción de cara a mejorar mi relación con Dios (oración, asistencia a misa, sacramento de la reconciliación,…), con el equipo de educadores (participación en las reuniones,…) y el grupo (asistencia, preparación de las actividades, conocimiento de los niños,…).


Celebración:


Tomo la Biblia y rezo pausadamente el salmo 94, repitiendo interiormente el verso más significativo para mí.